Entonces,
cuando nos conocimos,
pecar aún no era pecado
y nuestros besos estaban naciendo.
Aún no habían comenzado las tormentas
que nos asolaron durante los años siguientes.
Aún serpenteaba enérgico el amor
y sus ecos estaban vivos.
Eran los principios.
Las sonrisas que usábamos
estaban recién estrenadas
y los corazones latían sin heridas.
Luego todo se derrumbó.
Te fuiste triste.
Me quedé desolado.
Es una lástima
que la alegría se vaya apagando,
que las ilusiones acaben desilusionadas,
que dos se conviertan en uno y otro.
Entonces éramos felices.
Pensábamos que este día de hoy,
el día de la tristeza,
no llegaría.
Pero ha llegado.