Se siguen repitiendo las voces dentro de mí.
Son las mismas de siempre.
Los gritos se intercalan entre las lágrimas
y los silencios están ocupados por desgarros.
No puedo escapar.
Entran,
irrespetuosos
-haciendo que me arrodille-
los lamentos inagotables,
los dolores insaciables,
los alaridos de garganta sufrientes,
los puñales que tajan mi corazón.
No tengo paz.
No vivo.
Mi mente es agresiva.
Mi corazón injusto.
El amor propio es un desconocido.