No hay nada más que tristeza
en los mismos increíbles ojos
que antaño destellaban
y deslumbraban.
Donde siempre había vivido la luz
ahora acampa la pena,
y aquella mirada,
siempre de fuego,
ahora está apagada.
La vida se marchó aquel martes
dando un portazo explosivo
y dejando un camino sin retorno
que anegó con sus propias lágrimas.
Desde entonces morir era su objetivo,
el propósito de todo su futuro,
el pensamiento funesto repetitivo
que señoreaba su mente.
Su vida es un vacío sin futuro.
El desamor es su asesino confeso.
La muerte se convirtió en el objeto de su deseo.