Llaman a mi puerta
recuerdos escapados del olvido.
Llegan sangrando.
Tanto dolor acumulo
que mi llanto es ácido.
La pena y yo somos lo mismo,
indisolubles.
nos intercambiamos el nombre.
La tristeza me envidia:
soy más triste que ella.
Mis ilusiones se fueron deprimidas.
La esperanza llora sobre mi pecho.
Desamar es el verbo que más uso.
Rezumo desconsuelo.
Nada me consuela.
Me despierto sin ánimo
y me acuesto sin ánimo,
y entre uno y otro tiempo
el desánimo llena mis días.
Esta es una confesión pesimista.
El optimismo no viene a visitarme.