El amor se vuelve inexperto
cada vez que conoce a dos personas
que tambalean en sus primeros compases y se sonrojan;
no sabe dónde poner la mirada
y tiembla, ríe, se avergüenza o calla.
Así que cuando uno se enamora
estrena nuevos sobresaltos
o mira como nunca antes miró
o dices sin saber lo que dice
o calla sin saber por qué enmudece.
El amor se ilusiona cada vez que dos corazones se entienden
-él la mira con deseo, ella tiembla en pleno verano-
y se reestrena en cada ocasión.
Amar es participar en la magia que se renueva cada vez
acoplándose, personalizado, a los dos nuevos amantes.
El amor es un continente nuevo cada vez,
una geografía inexplorada,
un río en el que se juntan dos arroyos
caminando hacia el mismo mar.
Amar es un verbo apetecible,
un placer que llama a gritos,
la promesa del mejor de los milagros…
o la puerta de entrada al infierno.