Acariciarte
era encender el fuego
en el que me gustaba
quedarme,
sentirte,
apagarte y avivarte,
arder.
Acariciarte
era tentar al destino,
apostarlo todo a ti,
pedirle todo a la vida.
Acariciarte,
aún no lo sabía,
era firmar un pacto con el diablo
y al mismo tiempo
decirle a Dios que sí.