Cuánto me gustaría
perderme en los muslos indescifrables
de una mujer de lujo,
recorrer sus contornos perfectos
con sus curvas y remansos,
ascender por su vientre
y reposar sobre sus pechos.
Sería un sueño cumplido
para este viejo rendido
que a duras penas llega a la noche
y ya solo tiene vida en sus fantasías.
Este deseo se repite una y otra vez:
acaricio unas piernas corintias,
transcurro por el valle de un vientre,
abrevo y hago parada
en el vello tierno.
Sueño.
Ya solo sueño.