De no sentir con ella,
el alma se oxida,
se desespera,
se pudre.
De no llenarse de luz,
no abrazar sin límites,
no dar las gracias o sonreír,
el alma se mustia.
Y llora.
De no ascender al Cielo propio,
de no entrar en el Universo Personal,
de no amar y amarse,
el alma se encoge.
De no ser Uno Mismo,
de no ponerse a salvo y cuidarse,
de no buscar y buscarse,
el alma se entristece
y muere de dolor.