Apenas encuentro pasión en las palabras.
Más me parecen funcionarias aviesas
en un Ministerio de la Incultura
presentes sólo de ocho a tres.
No encuentro un rastro de melancolía,
una lágrima implícita,
un drama inevitable
o la dicha de un parto o un enamoramiento.
Sólo veo palabras deshumanizadas,
mercenarias al servicio de una frase
rotunda o mentirosa o innecesaria,
soldados de un renglón disciplinado.
Pero no encuentro entre ellas paisajes,
un color hermoso de ojos, un guiño,
una anciana locamente enamorada,
un adjetivo atinado y sincero,
los versos galopando por las frases…
No veo vida sino estatuas,
unos trazos imperturbables,
habitantes muertos de un diccionario.
No me emociona su sola presencia,
no siento la rotundidad y el peso de una verdad
implícitos en el conjunto de letras,
no logro leerlas y morir de emoción,
o que consigan producirme una lágrima.
Así que no sé
si seguir en esta insistencia
de querer hacer milagros con ellas,
o si debo conformarme
con esta realidad que es llenar hojas
de palabras que no dicen nada.
Las mismas de las que reniego.
Francisco de Sales