Lo que hace falta

Sólo hace falta que el día haga un hueco

en su apretada agenda,

en cualquiera de esos momentos que están muertos

aunque aparenten estar ocupados,

que uno esté entonces predispuesto

-abiertos los ojos y el corazón-,

que uno se atreva a no huir

-como es la errónea costumbre-

y que entonces se quede a solas consigo

-con sus pobrezas y sus inconvenientes-

sin agresividad, sin actitud envenenada,

con su poco de amor a solas

y su buena voluntad presente,

con la inestimable colaboración

de un amor propio frágil pero insobornable,

con toda la buena voluntad en la sonrisa y en el corazón.

Sólo hace falta poner las lágrimas en almíbar,

cambiar el mullido del corazón,

quitar las telarañas a la sonrisa,

y reparar en la mirada el brillo que ahora está cuarteado.

Sólo hace falta querer hacerlo… y quererse.

El resto viene solo.

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