No recuerdo cuándo fue
la última vez que besé un verso,
átomos de burla en mis cosquillas,
escarola, urinario, aguacero, crujiente,
palabras recluidas en el diccionario;
te quiero, dije, porque no me atreví a decir te amo,
que es el superlativo,
así en las venas como en el cielo,
Madre mía, Virgen María,
la lluvia descansa, se difumina,
deja un rastro de llanto gigante
mientras el sol se seca con una toalla
y sonríe entristecido.
Por eso existe la poesía:
para decir sin vergüenza
las frases imposibles
y para ponerle voz
al timorato amor.
Francisco de Sales