Anoche te llamé.
Con el pensamiento.
No quise coger el móvil para preguntarte
¿estás viendo cómo llueve?
Preferí concentrarme
y visualizarte junto a la ventana:
el camisón transparentando tu desnudez,
los brazos cruzados y pensando en mí.
¿Estás viendo cómo llueve?
dije desde tu espalda.
Y no me oíste…
Tan absorta estabas en añorarme,
en llorarme,
en maldecir mi muerte,
que no me oíste.
Francisco de Sales