Si mi pensamiento
tuviera el poder
de dar cuerpo y vidaCuando escucho el dolor ajeno,
las infancias maltrechas,
los corazones no correspondidos,
los ancianos desatendidos,
siento una pena de fuego
y una rabia inaplacable.
Son las tripas de mi corazón las que se revuelven.
No acepto esos desamores porque yo los he sufrido.
No soporto que otro alguien
transite por los que fueron mis dolores.
No deseo que otro niño indefenso, como aquel niño que yo fui,
malviva una infancia fría.
No deseo que otra madre humillada, como aquella que yo tuve,
padezca el mismo desamor.
No deseo que otro anciano viva con un corazón seco
al que no llegan las caricias.
No deseo rostros sin risas, miradas sin alegrías, almas sin ilusión.
No deseo que otra persona acumule una vida vacía de amor.
Nada de todo esto deseo.
Francisco de Sales