Te siento más lejano que el mar, me acusabas.
Más lejos está el mar… te respondía.
Y nos perdíamos en semánticas y disquisiciones,
porque no tienen medida la espuma y las olas,
y el mar se encuentra donde quieras tú.
Mientras, nosotros, y esto sí es real,
naufragábamos a cada instante,
y a cada instante nos hundíamos más.
De lo nuestro quedaron, agotemos la metáfora,
los restos del naufragio,
y algunos fragmentos de amor:
el arco minúsculo de la “r”,
lo que diferencia la “a” de la “o”,
el postizo que convierte la “n” en “m”,
y llanto, mucho llanto.
Francisco de Sales