Hace más de diez años que sobrevive
-clavado en el espejo-
al paso del tiempo
y a todos mis arrebatos
de borrarlo
y con ello borrarte;
un beso de carmín
que dejaste al dejarme
para que me recordara cada día
tu ausencia
y la mía.
Cada día pregona mi desdicha,
mi corazón se desbarajusta,
la muerte me invita a una reunión,
mi futuro sigue sin hablarme
y vivir es morir.
Te perpetúas en ese carmín
-tan agresivo-
pero no puedo borrarlo
-borrarte-,
no puedo quitarlo,
no puedo quitarte de mí.