Y de pronto

Y de pronto,

sin llamarla,

apareció en su memoria,

o en su imaginación,

o como otro más de sus propios engaños,

una infancia distinta,

más cálida y con buen sabor,

hasta brillante,

totalmente de su gusto,

y comprendió,

sin negarla,

que no era la suya,

pero eso no se lo dijo ni a sí mismo;

la adoptó porque ganaba en el cambio

y a partir de entonces

hubo calor donde antes había invierno,

hubo brillo en sus noches oscuras,

comida en lugar de hambre,

la felicidad que jamás había conocido,

y fue rey, alegre, hermoso y dichoso,

en vez de niño pobre.

Es fácil mentirse

cuando gusta esa mentira.

Deja una respuesta