LOS OJOS
Me miran unos ojos míos
con la total sinceridad de un espejo.
Ese que se asoma a la curiosidad
de recorrerme cautamente
-el corazón atento a lo que pase,
los latidos prudentes de momento-,
soy yo mismo enfrente de mí
-aunque la voz que tiene es la de mi pensamiento-,
soy yo, expectante
-ansioso de noticias, feliz o asustado-,
soy quien soy tras esos ojos
que me cuidan y me aniquilan.
Esos ojos,
náufragos en muchos llantos,
curiosos observadores de la vida,
los que se buscan en otros ojos como espejos
de su misma pureza de sentimientos,
creen firmemente en sus lágrimas
y en su silencio de gritos mudos.
Esos ojos, de un negro intensivo,
descansan su mirada en el infinito
y en el regazo de los ángeles
y en el verde de los valles.
Ojos que viajaron por desnudeces,
siguieron el corretear de mis hijas,
gozan los paisajes más bellos,
y aún se asombran,
afortunadamente,
con el sol y con la luna.
Miles de colores me esperan
y campos, ríos, montañas,
lágrimas, amaneceres,
la paz y la belleza.
La vida y el mundo.