POR SIEMPRE MI MADRE
Aquí estoy.
De nuevo
enredando con los sentimientos
enredado por los sentimientos.
La serena sonrisa que me trae tu recuerdo
la aniquila fácilmente
el dolor que me provoca tu ausencia.
Este luchar contra el deseo de tu eternidad
para que siempre siguieras conmigo
me agota.
Cuánto quisiera que siempre,
sin un final,
siguieras a mi lado:
tú la madre de mi vida,
yo la hija en tu regazo.
Te fuiste, madre,
como tantas madres se han ido
y como todas las madres se irán.
Pero tu ausencia es más notable
y tu vacío más grande.
Otras hijas se enfrentarán también
a una orfandad indeseada
y a una tristeza implacable.
Yo te lloro –me lloro-
con este gesto adusto
y todas mis lágrimas agotadas.
Mi corazón está intratable.
La apatía acabó con la esperanza,
el dolor espantó las sonrisas,
la tristeza enlutó este presente.
Ya no sé qué decir,
ni a quién,
mientras que un batiburrillo
de adjetivos desolados
y unas frases sin sentido ni futuro
quieren hablar como poetas
pero se expresan como mudos.
Soy hija de madre ya ausente;
huérfana seca de horizonte quebrado
y alma desalmada.
No soy capaz de alzar mi voz
ni de expresar un grito desgarrador.
Me trago mis penas en seco,
el silencio secuestra mis palabras,
quedo abatida, más bien muerta.
Mi cadáver tiene mejor pinta que yo.
Madre:
que sean las miradas y los silencios
que nos hicieron cómplices
quienes te digan en nuestro idioma secreto
lo que estas palabras
jamás serían capaces de expresar:
que te quiero y te amo.