Sudor

Aquella guerra sexual

de largas mañanas de contienda producían,

entre el calor y nuestros calores,

un sudor comestible y agradable

por el que resbalaban, sedosos,

nuestros cuerpos excitados.

A cambio de su presencia,

ganábamos en suavidad al rozarnos:

un ballet tu cuerpo y mi cuerpo.

Nuestros vientres enfrentados

se deslizaban con más soltura,

y yo entraba en ti con más dulzura

y tú me montabas con más facilidad.

Aquel sudor era un mar leve

en mis cimas y en tus valles:

era un rocío humano,

o el caldo de tanta lujuria.

Éramos amantes rebozados en su propio jugo.

Así no eran húmedos solamente

tu sexo y mis fantasías,

y tu piel lucía un brillo lujoso

que un artista de trazos imborrables

ha pintado en mi memoria.

Francisco de Sales

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