Arden en la chimenea
cadáveres de árboles
que un día fueron tiernas ramas,
frágiles brazos,
indefinible tronco.
Son cadáveres incinerados
sin duelo ni llanto,
sin despedida apenada.
Transmutan en ceniza
¿Saldrían corriendo, si pudieran, de ese infierno?
¿Preferirían descomponerse en el campo,
donde vivieron?
¿O más prefieren arder,
ya que nada les importa,
sin que les importune
con esta tontería de irreflexión?
Francisco de Sales