Cabalgan mis pensamientos
sin criterio y desbandados,
secamente irrespetuosos,
desmadrados y esquivos,
sin mí.
Cabalgan apresurados
dejando caos y confusión a su paso,
dejándome desarticulado,
llevando apresado en sus dientes
lo poco bello que almacenaba
en el cajón de mis recuerdos.
Cabalgan sin respeto,
como hijos de Atila;
no se apiadan de mis delirios,
su intención está bañada en sangre
y no tienen compasión.
No hay respeto.
No hay corazón.
Que alguien me arranque los pensamientos.