Quizás nunca te hayas dado cuenta
de cómo te lleva tu cuerpo por la calle.
Va lento.
No coge la velocidad de tu pensamiento.
Se adecúa al ritmo de tus años,
muchos,
y de tu vida
cansada.
Tu cuerpo se desplaza a paso calmado,
en un pasar peregrino.
Tu cuerpo envejece entre uno y otro paso;
cuando nace el segundo,
ya no se oye el eco del primero,
y entre uno y otro
hay tiempo para el olvido.
Tus pasos se persiguen lentamente,
como se persiguen los siglos.
Francisco de Sales