El dolor era la premisa
en esa relación que fue funesta.
Demasiado dolor.
Dejamos que todo se rompiera,
incluso colaboramos sin darnos cuenta.
La pareja somos los dos
y lo olvidamos.
Nos olvidamos.
Nos pareció que eso de amar era complicado
y fue reinando la desilusión.
Ya no nos provocábamos sonrisas
y las risas estaban bloqueadas.
Rompimos.
Nos separamos.
Y ahora,
con tristeza,
desamparados,
cada uno llevamos
nuestro fracaso por separado.