Si yo supiera
reír sin cortapisas ni pudor,
implicarme en ello
lo mismo que quien llora al cien por cien,
sin rendijas ni altibajos,
como el que maldice
con rabia y odio y violencia,
o como el que ama bien
y no le importan los inconvenientes
ni los silencios a veces,
ni cuando un día parece que el amor flojea.
Si yo pudiera
saber quién soy
y luego ser quien soy,
le pese a quien le pese,
aunque me lluevan puñales,
aunque eso me cueste
alguna pérdida importante
o un poco de muerte,
sería más feliz,
más íntegro y entero,
más real y más cierto.
Sería yo, que aún no sé serlo.