Esa muerta tan triste,
tan bien callada para siempre,
tan formal,
que no pide ni protesta,
soy yo.
Ya estaba previsto
que este momento llegaría.
Hoy le han puesto fecha.
Me tengo que despedir bien
de esta carcasa aún rellena,
de esta vida ya casi etérea,
estas piernas que a tantos sitios me llevaron,
la boca que tanto dijo,
el corazón de amar y latir,
y los ojos marrones y grises.
Dejaré de pensar también,
de esparcir palabras por los folios,
y desocuparé la mente
y borraré las palabras
y diré adiós a todo
con mis delicadas manos de doncella.