Realidades funestas

Reservé para la alegría

un lugar lóbrego,

quizás un poco alejado de la boca,

sin acceso directo al corazón

ni opción de asomarse a las miradas.

Conseguí una alegría insignificante,

de segunda mano,

que perteneció a un enterrador de ánimos

que fue diligente en su oficio.

Es una alegría amarga,

que chirría en los labios

donde se siente extraña.

Es una alegría seca, seria,

que no tiene interés en comunicarse,

ni crecer, ni conocer otras alegrías.

Es una alegría doliente

y yo la sufro.

Francisco de Sales

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Karla Alvarado

    Esto me ha hecho llorar, me lleva a recordar a una persona a la que he amado muchísimo pero me ha hecho mucho daño convirtiendo mi alegría en amargura y mi amor en desesperanza.

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