El desasosiego
es un hábil estratega
que conoce mis puntos flacos
y cuando ataca ya sabe
que va a vencerme.
Le temo.
Es un temor furibundo
al mismo tiempo que apocado.
Ante su aparición me deshago,
me niego la posibilidad de enfrentarme;
me entrego en bandeja de plata
rendido y esposado.
Temo sus tormentas embravecidas,
sus silencios y lo que esconden,
que me oculte las salidas,
que me contagie de intranquilidad,
que me rompa en mil pedazos,
que me mate sin darme cuenta.