Aquellas manos me soltaron
justo cuando más las necesitaba.
Caí.
No tenía otra opción que la caída.
Me rompí.
No tenía otra opción.
Morí.
Pero
me desobedecieron
los pulmones y el corazón
y aquí me mantienen vivo
en contra de mi deseo.
Aquellas manos eran todo para mí,
mi ánimo y mi sustento,
mi ilusión y mi motor.
Te llevaste tus manos
y me quedé flotando en el vacío,
perdido en la añoranza,
anclado a tu recuerdo,
avivando mis lágrimas,
muriendo.