Reluces en la penumbra de este club
intencionadamente mal iluminado.
Esta luz falsa y clandestina
camufla las imperfecciones
y las heridas de tus años.
A pesar de esta certeza
brillas, reluces, sobresales,
de entre tus compañeras de oficio
y desventura.
No es fácil
sonreír sin ganas,
seducir sin ganas,
abrirse de piernas sin ganas.
Lo sé.
No es fácil
soportar ciertas miradas,
escuchar ciertos desprecios
o decir que sí cuando se quiere decir no.
No es fácil
cargar un pasado roto,
habitar en un presente desagradable
o confiar en un futuro que lo mejore todo.
No es fácil
mirarse cada mañana en el espejo,
vivir entre sueños rotos,
soportar las garras de la desilusión.
No es fácil
desnudarse a desgana,
besar una boca indeseada,
decir amor sin amor.
No es fácil
que la dignidad admita tu oficio,
que la felicidad se instale sin condiciones,
que los remordimientos se callen.
Ya no te miro igual
que cuando entré en este club
intencionadamente mal iluminado.
Más allá de lo que muestras estás tú,
y no sé porqué
-o sí lo sé-
me duele.
Me dueles.