De todas las cobardías
la peor
es la cobardía de vivir.
Quedarse en la actitud inerte
de dejar pasar los momentos
y conformarse con llegar a la noche
vivo,
y al día siguiente
también vivo,
es de una pobreza insultante.
Esperar que sea la vida quien se haga grande
y hasta entonces ignorarla
y desprotegerla
es un delito
que se paga con la muerte en vida.
Morir sin haber vivido,
derrochar el tiempo de la vida,
desperdiciarlo,
menospreciarlo,
es una inconsciencia imperdonable.
Estar en el mundo
sin ser espectador activo,
sin aportar sonrisas,
sin llenarse de plenitud,
es triste.
La vida,
ese regalo de Dios,
más parece un desfilar de despropósitos,
una sucesión de naderías,
o el ocaso de la felicidad.
Y debiera ser,
en cambio,
una continua satisfacción,
un momento de amor precediendo a otro,
la primera de las maravillas,
y el motivo de la vida.
Vivir,
para los que no sabemos vivir,
es una rutina desganada
de la que nos libra la muerte.
Francisco de Sales