Todos los días, a las seis

Todos los días,

a las seis,

muero.

Es un rito antiguo que reitero a diario.

Cierro mis ojos cotidianos,

desconecto los latidos,

aquieto los pulmones,

y muero.

Cuando me vuelve la vida,

aunque no la llamo,

la acojo de nuevo

y renazco más vivo que antes.

A pesar de que no me deja ser un muerto definitivo,

todos los días,

a las seis,

me alegro de volver a la vida.

Francisco de Sales

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