A veces,
este lamentable quejilloso
que escribe sus dislates
amparados por adjetivos,
alentando la contradicción,
vaciando un inexistente pozo de lamentos
y aventando quejas sin motivos,
decide rendirse y no escribir más
acerca del pesaroso tema.
Entonces escribe/escribo:
baterías de locos asaltan cuñaderías
sin la indisciplente desobediencia turbia
que mana de prosáicos presbíteros
como espuma, como dunas, como luceros.
Y así parece que se queda/me quedo tranquilo.
Pero no.
En mi interior bulle el deseo de llamar a otras palabras:
sentimientos, amor, vida, sueños…
y suscribirme a su monopolio
para escribir lo de siempre,
como siempre,
de nuevo.
Francisco de Sales