El poeta muere cuando se queda sin palabras.
El poeta muere cuando la vergüenza
le confisca algunos sentimientos;
cuando ciertos adjetivos se esconden
en algún laberinto del cerebro;
al abandonar la estupenda tradición
de desordenar el orden gramatical;
por perder la vista sensible
que despoja a las cosas de su escudo;
cuando es tan cuerdo que ya no es poeta;
el día que sus palabras
forman una guía telefónica;
cuando desusa pasión dolor sol
maravilla lágrima o estremecimiento,
y cuando quiere sustituir con sus conocimientos
el verbo de emociones de su corazón.
El poeta no muere de infarto
ni de falta de vida:
muere porque deja de escribir.
Francisco de Sales