Estoy llamando con mi voz imposible
a tus puertas, cerradas como noches cerradas.
El eco de los golpes se pierde en los siglos.
Al otro lado, donde estás tú,
no se digna la censura abrir camino.
Yo, menos yo que nunca, no sé.
No sé adjudicar contar adjetivos, ni llorar de secano.
No sé reclamar mi petición, ni demoler terquedades.
No sé profanar silencios, ni torturar ayeres.
Críptico y caótico, ecléctico y drástico,
recorro la humedad de tu huellas
de rodillas, encorvado, destruido.
Busco tu rastro con mi olfato aterido
temiendo profanar el cementerio
en el que la luna entra sin remedio
para asolar la luz con su novio nocturno.
Yo esperaré en la retaguardia de gardenias
que me pueblan como despóticos inquilinos
que robaron su parcela a punta de llantos.
Esperaré.
Desesperaré.
Francisco de Sales