A veces, muchas veces,
me gustaría comenzar un recitado interminable
de estas dos palabras tan bien unidas que resumen,
en su modestia,
el amor que me despierta tu recuerdo,
la ilusión que se aviva en mis adentros,
la caricia que reciben mis sentimientos
cuando rememoro tu rostro o tu nombre,
y la esperanza que me lleva en volandas
al deseo de nuestro reencuentro.
Si digo, o si pienso, “te quiero”,
una alegría alborotada me baña,
un brillo reluciente se instala en mis ojos,
mis mejores deseos se engalanan
y mi amor hacia ti sale desbocado
al encuentro con tu espíritu.
Si digo, o si pienso, “te quiero”,
la sinceridad se expresa más sincera que nunca,
el nido que tienes en mi corazón
te echa aún más en falta,
mis manos se alborozan con la idea
de poder relacionarse con las tuyas,
mis ojos añoran tus ojos,
y yo me alegro de que la distancia que nos separa
sea geográfica, pero no en el alma.
Te quiero, Nuria.
Francisco de Sales