Amarnos,
a fin de cuentas es,
también,
encontrar juntos las rendijas
por donde podríamos perder el amor
al mismo tiempo que es
alimentar lo que nos une
y explorar juntos
cómo será nuestro futuro,
es comprometernos a ser cómplices
y confidentes,
nunca enemigos fríos,
ni silenciosos,
ni desatentos,
ni distantes;
es firmar pactos
con los gestos y las palabras,
eludir los inconvenientes,
no querer ser agoreros.
Estamos en la responsabilidad
de pensar sólo en la felicidad,
en cómo adornar el futuro,
en allanar y florecer los caminos,
jurar que nos hablaremos siempre
y comportarnos impecablemente
en lo bueno y en lo otro,
en los arrebatos y en los silencios.
Pasajeros hacia lo desconocido
caminaremos de la mano;
retaremos al destino
por si podemos mejorarlo.
El amor es un asunto sólo de dos.
Tal vez ni siquiera el destino,
ni el porvenir,
tengan que entrometerse en nuestros asuntos.
Y tal vez sea mejor
que nos dejen a solas con el amor.