Escucho la ópera Don Carlo, de Verdi,
y llego hasta esa dolorosa aria -que es todo un lamento-
y me contagia su pena
y resucita en mí un amor acallado, que no muerto.
Me solidarizo con él.
Tenemos tanto en común…
el mismo corazón destrozado,
la misma lágrima corrosiva,
el mismo dolor inconsolable.
Ella jamás me amó.
Lo averigüé muchos dolores más tarde.
Necesité acumular muchos desengaños
y romperme muchas veces
y sentir una lástima infinita
por ese mendigo de amor que fui.
He estado mucho tiempo aletargado,
como vivo pero muerto,
hasta que este llanto cantado me remueve completamente
sacando a la luz lo acallado y oculto.
Me sigue doliendo, para qué negarlo.
Pero ya no muero cada día,
mi corazón no sangra,
y a veces hasta coqueteo con la paz.