Deshacer
el “nosotros”
-que tanto usábamos-,
-tan plural-,
en dos mitades,
tú y yo,
-tan singulares-,
y desmontar planes
y hablar con el futuro
para que haga los cambios correspondientes,
y hablar con el pasado,
para darle explicaciones,
está siendo una tarea ardua.
Sacarte del todo de mi corazón
es más imposible que difícil.
Llorar,
en cambio,
es cada vez más fácil
y más cotidiano.
Me toca deshacer
lo que construimos
y deshacer,
también,
lo que habíamos previsto.
Desmontar ilusiones y sueños
es una tarea ingrata
que hago con un corazón roto
y una lágrima temblorosa.
Descomponer las frases de amor
en palabras sin sentido,
deshacer los besos de amor,
y volver a poner cada cosa en su sitio,
cada lágrima en su ojo,
cada suspiro en su contexto,
cada dolor en su puñalada.
Esta es una tarea dolorosa
de ingrata recompensa.
No sé dónde se mete el olvido
cuando más se necesita.