Te olvidé un veinte de abril
de mil novecientos noventa y cinco.
Desde entonces no te he recordado
ya que borré tu nombre y tus latidos.
No me acuerdo de que monopolizabas mi amor,
acaparabas todos mis besos
y marcabas el ritmo de mis latidos.
No me acuerdo de tus apellidos
-una voz silenciosa dentro de mí pronuncia Garrido Ortega-
de la brevedad perfecta de tu cintura,
-pero la añoranza de no volver a abarcarla me provoca una lágrima-
de los lunares en tu espalda,
-media vida diera por volver a jugar con ellos-
del gesto inimitable al despertarte.
No me acuerdo de tu voz musical,
-la que busco en cada voz que escucho-
de tus palabras grabadas en mi memoria,
-las de amor y las de adiós-
de cada curva y cada porción de tu cuerpo.
-en las que pasé las horas más fecundas de mi vida-
No me acuerdo.
Pero miento cada vez
que digo que no me acuerdo.
Francisco de Sales