No escarmiento.
Vuelvo nuevamente cada noche
-ya esté triste o casi muerto-
a este rincón de llorar
-de llorarte-
y te rescato del olvido,
te traigo a pesar de tu oposición,
te pongo cuerpo con la imaginación
y palabras de amor con el deseo.
Lloro.
Son las mismas lágrimas de ayer
y las mismas de mañana.
Me someto a esta tortura
a pesar de ser inocente.
Me maltrato con recuerdos,
me apuñalo con arrepentimientos,
me enveneno con añoranzas.
Me acurruco en el rincón
y acabo acurrucado en el suelo,
hecho un ovillo deshecho,
ensopado de lágrimas ácidas,
muerto de desamor,
de tu ausencia muerto.
Es la luz del día siguiente
quien me rescata.
Me avergüenzo y mucho.
Me prometo clausurar el rincón
y arrancarme los lagrimales
y borrarte y olvidar tu nombre,
cambiar el pasado,
romper las fotos
y todo lo que hubo,
pero llega nuevamente la noche
y la oscuridad me impide ver mis promesas.
Vuelvo a este rincón,
lo único que se presta a escucharme,
para descerrajar las compuertas de mi llanto;
escondo mi dignidad para que no se avergüence,
acepto que nunca podré olvidarte
-porque no quiero olvidarte-
y vuelta a empezar.