Un espejo

Un espejo no puede escoger lo que quiere ver.

Un espejo,

si tuviese alma o pensamiento,

se daría cuenta de cuántas malas noticias da

cuando refleja le vejez

con las arrugas delatadoras,

la tristeza indeseada o los ojos llorosos;

sentiría cómo la vanidad rebusca en su reflejo,

o las muecas que se ensayan,

y sentiría la luz de las sonrisas,

la seriedad en quien se afeita,

la sorpresa ante la primera cana,

el misterio de pintarse los labios

y la atención al buscarse algo entre los dientes.

Es sincero. Ni quita ni pone.

La verdad por principios.

Insobornable.

Pone llanto donde hay llanto,

no le resta nada a las sonrisas.

Un espejo es un notario meticuloso

que refleja lo que hay:

honestidad pura.

No juzga.

Sólo muestra y calla.

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