Don Juan Tenorio
ya no conquista
ni siquiera a sus compañeras
de la Residencia de Ancianos.
Hace años que se retiró.
Guardó sus frases cautivadoras,
se quitó la sonrisa que antes encandilaba
-eso recordó al sacarse la dentadura postiza-,
apagó el brillo de sus ojos
-porque ya no era necesario usarlo-,
colgó el traje impecable,
planchó su camisa antes de guardarla,
alisó con la mano la corbata,
y sólo entonces desmontó su fama de galán.
Don Juan Tenorio
a veces piropea a las enfermeras
que hacen sus prácticas en la Residencia.
“¡Ay, Don Juan, que el que tuvo retuvo!”, le dicen.
Le sonríen y le siguen el juego.
Se dejan halagar
y le regalan un casto beso.