Agradezco
a mi inestimable pésima memoria
que tenga a bien hacer limpieza
de algunos pensamientos serpentinos
que trastocan mi paz y envenenan mi calma.
De vez en cuando
echo en falta un recuerdo
-¿dónde lo habré dejado?-,
algo que intuyo que pasó o pasé,
y rebusco una pista
-una imagen, una frase, un dolor-,
un hilo del que tirar
para encontrarme de bruces
con esa parte de mi historia
que mi infame memoria me niega.
De vez en cuando
añoro algo
-ahora impreciso-
pero que alguna vez fue vivo y vida,
y solo me aparece ese largo silencio mental
al que no se presenta
lo que pretendo.
De vez en cuando
se me presenta una lágrima desorientada
y aunque trato de hacer
el camino inverso hasta su origen
me desespero en el intento
y abandono humillado.
De vez en cuando
surge un recuerdo de tal brevedad
que es un relámpago fugaz
al que solo le da tiempo a insinuar algo
y desaparecer antes de que pueda atraparlo
-¿qué era?, ¿qué será-.
De vez en cuando
mi mente tiene más noche que luz,
más preguntas que respuestas,
y claroscuros y espacios en blanco
que solo mi conformismo humilde acalla
-ya me acordaré, ya me vendrá-.