A punto de estremecerme,
muy poco antes de que los terremotos
instalen sus epicentros
en mi corazón,
cuando ya siento llegar el torrente imparable
de una lágrima atrevida
que planea escaparse,
ahora que soy un sobresalto continuo,
un temblor repetitivo,
todo miedo y todo muerto,
apareces en mi cielo
como sol o como luna,
y me acaparas entero,
esclavo de tu sonrisa,
el más servil de los siervos.
Nada mío soy.
Soy tuyo.
Todo tuyo.
Te pertenezco.
Francisco de Sales