Tropiezos

Desatar el verbo clavado a la lógica,

soltar el lazo sórdido que matrimonia enemigos,

o soñar con atardeceres preñados de coles;

los milagros malviven en los fondos de las tabernas

donde capitanes degradados asedian a las comadronas

y las engalanan con piropos y barrabasadas,

flor de almendro, tela de araña,

pretérito imperfecto del verbo España,

la que sangra mazapanes por las heridas que sangran

al tiempo que bizquea el ojo del mañana,

aquel que encuentra al sol entre las tinieblas,

sol derretido, heladito de fresa, heladito de nata,

boca de niña cantando la balada

del Rey de Francia que murió en Bretaña,

blasfemando corazones, rezando maldiciones,

que te quiero, muerte mía,

que no te quiero, dulce guadaña,

quiero pisar Venecia con los pies del alma,

quiero hundir mis raíces en tus maternales aguas,

morir de muerte placentera, reina amada,

soñarte sin tus esquinas, sin enaguas,

velero incomprensible, sota de espadas,

intrépidos niños que conquistaron Granada,

aire al aire, argentadas canas,

el cuello reclamando versos,

los bocas encantadas de estar calladas.

Nunca negaré mis sentimientos si son míos,

ni mis sueños, ni mis pestañas:

seré río que ríe carcajadas amplias,

amor enfebrecido, luz de saeta,

te quiero, dirá el ruiseñor enamorado,

te quiero, le dirán sin ganas.

El mundo tiene tres pies y ninguna pierna,

volaré con las alas de mis sueños,

recorreré tantos cielos como haya;

volveré al atardecer, la boca en llagas,

de tanto besarte, tanto, tanto,

ansiando que llegue pronto mañana

para volver a escalar tu boca,

parir cien besos, mil, una millonada.

Te quiero, mi locura, mi verborrea,

como a las tripas de las palabras

que explican estas líneas que imitan versos:

qué poco me cuesta decir nada.

Francisco de Sales

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