Todas las palabras que conocemos viven,
anárquicas y descuidadas,
en su casa de la memoria;
conviven en extraña armonía
paz y guerra, bueno y malo, amor y odio.
Ninguna y todas son más importantes.
Ninguna y todas,
antes de verbalizarse, son anodinas e inofensivas.
Algunas son indecisas en su significado
y necesitan un tono de voz o un adjetivo
para que se decanten por un sentido.
Avaricia pide que haya un orden, alfabético,
para estar por delante de generosidad;
amor se siente acomplejada por tener pocas letras;
inconformista no está conforme con su definición;
a luz le parece que la suya es poco brillante;
y, presume de las cosas que es capaz de unir;
fin, es tajante y resolutiva.
Algunas palabras no se conocen entre ellas,
nunca estuvieron juntas,
pero todas viven en los papeles
y en los fondos de las gargantas,
y cuando se escapan por las bocas,
viajan a los oídos ajenos, y se quedan.
Francisco de Sales