En mi infancia
todos los amaneceres empezaban igual:
el sol se subía a lo alto,
la niebla remoloneaba antes de disiparse,
los pájaros estrenaban el nuevo aire,
los ríos eran convertidos en espejos,
los árboles desentumecían las ramas,
y el calor iba llenando los espacios transparentes.
Las nubes eran la espuma del cielo,
el horizonte tenía forma de árbol o de monte,
las casas eran de pueblo,
los animales vivían en el campo,
los niños corríamos sin miedo.
La vida llevaba otro ritmo,
los días eran más eternos.
Así es la infancia que yo recuerdo.
Francisco de Sales