El destino demonio

El destino la respetó cuanto pudo,

pero llegó el día innegable de la partida.

Empaquetó simbólicamente su pasado:

en una parte lágrimas y el porvenir roto,

en otro lado un rosario y unas pocas fuerzas.

Las pocas que quedaban intactas.

A partir de ese momento, la duda.

Caminos vírgenes de huellas,

soles sin estrenar, lunas medio llenas,

estrellas mustias, fúnebres músicas.

Faltaban alegrías y esperanzas.

El destino, emisario inalterable,

le ofreció poco y malo para mañana:

nubes rotas, gritos roñosos, miradas de plomo.

El destino demonio

extendió la alfombra negra,

el tenebroso escenario,

su muestrario de lutos,

y le dejó abandonado.

Francisco de Sales

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