Llorar

Llorar:

para desaguar

y desahogar

el alma;

llorar

para saber

que las emociones

están vivas;

llorar

para lamentarse

sin palabras,

acusar

sin palabras,

maldecir

sin decir;

llorar

para conmover

al mundo,

provocar tormentas,

desenmascarar

indiferencias;

llorar

para ser humano

y ser Dios.

Llorar:

utilizar un idioma puro,

universal,

insobornable.,

Llorar:

abrir la jaula

de los mares,

liberar

diamantes líquidos.

Llorar:

esencia de emociones,

alborotos

concentrados,

desconciertos

resumidos.

Llorar:

vaciar el cúmulo

de olas alborozadas.

Llorar:

entrar en el niño,

sanear el espíritu,

aplacar las rabias,

explicar con claridad

lo que las palabras no pueden.

Llorar:

hablar de lo perdido

y lamentarse,

añorar

lo que no se tiene

y quejarse,

temer lo porvenir

y asustarse.

Llorar:

querer volver

a los brazos

de la madre,

a sus palabras

emotivas,

a sus besos

tan necesitados,

a sus cuidados

irrepetibles…

y no tenerla.

Llorar:

buscar la infancia

incansablemente feliz,

recordar los juegos

tan placenteros,

añorar los amigos

que dimitieron,

y aquellos días

que se acabaron.

Llorar:

recorrer

un trágico currículum

de amores

y más desamores,

decepciones,

desilusiones,

rupturas,

desencantos.

Llorar:

ver un sueño

realizado,

tener la felicidad

en las manos,

o un hijo

en los brazos.

Llorar:

reencontrarse

con uno mismo,

aceptar ser humano,

quererse del mejor modo,

aliarse para lo bueno y lo malo,

firmar un pacto indestructible,

irrenunciable,

y darse un gran abrazo.

Francisco de Sales

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