La primera aparición de la nostalgia fue tan leve
que la confundí con un recuerdo.
Sí es cierto que no se marchó rápidamente,
y que le acompañaba un regusto desagradable
y un remordimiento que antes no se metían conmigo.
Aquel día había pensado en ti,
como había pensado tantas veces,
pero fue distinta.
En vez de entender que era lógico que no estuvieras,
y quedarme a salvo de revoluciones,
esta vez se coló un desconsuelo
que no se dejaba apaciguar;
se empeñó en dolerme,
en culpabilizarme,
y no paró hasta que un desasosiego
se instaló en mi ánimo
y se mantuvo varios días.
No pude convencer a la nostalgia
de que abandonara la presa fácil que soy.
Le rogué que mostrase su lado bueno,
que intimara con mis sonrisas,
que dejara un rastro agradable…
No hizo caso.
Nostalgia y dolor se convirtieron en sinónimos.
Me duele recordar.
La añoranza es mi veneno.
Pensar en Eva me tortura.
No seré capaz de relacionarme con la nostalgia
de un modo sereno.
No seré capaz de verla llegar y relajarme,
ni de abrirle mi corazón
y dejarme envolver en ella por ella.
Nunca seré capaz.
Francisco de Sales